¿Cuántas veces hemos visto películas o imágenes de galantes caballeros que acuden en rescate de su bella dama? ¿Cuántas veces hemos imaginado convertirnos en caballeros andantes los hombres y en bellas reinas las mujeres? Es curioso que de la Edad Media confluyen tópicos totalmente contrarios, idealizados por un lado y defenestrados por el otro, como muestra por ejemplo, el nombre de carácter peyorativo que recibe el periodo.
Para subsanar este entuerto, hay que dirigirse a las fuentes principales de la historia medieval, a los documentos escritos de la época, a los hallazgos arqueológicos...las fuentes de autoridad que permiten elaborar una reconstrucción lo más objetiva posible. Lo contrario sería caer en aquellos novelistas que bajo capa de veracidad, se convierten en pseudohistoriadores, haciendo creer al vulgo en las ideas vertidas en sus novelas "históricas". Pero este tema no es el que trataremos ahora.

Las advertencias y consejos que,
ordenadamente escribe Ramón Llull, muestran las virtudes que debe ostentar un
caballero cristiano y las consecuencias de que éstas no se cumplan, señalando
la repercusión del vicio en el interior de la persona y en su entorno, más o
menos amplio, dependiendo su posición en la sociedad.
Para contextualizar y hacer más
comprensible si cabe esta enumeración, se sirve Llull de ejemplos y
comparaciones racionales, dejando entrever desde el primer momento que la meta
final que debe perseguir su hijo, además de convertirse en un caballero
cristiano y alcanzar la excelencia en su cometido, no es una meta terrenal, si
no que el destino final de su vida debe ser su salvación eterna.
“Humilla tu entendimiento pensando en la
vileza de este mundo, para que la voluntad se acostumbre a desear sobre todo la
posesión de la infinita bienaventuranza.”
Dios es el hilo conductor y todo
está orientado a su mayor gloria. Es la motivación principal y el trasfondo en
cada línea, todo constituye un medio o una herramienta para la consecución de
la meta celestial. Desde el trato que
debe dispensar a su señor terrenal, hasta las costumbres que deben aquilatar su
carácter, todo ello se encuentra ligado a la búsqueda del amor a Dios más
exigente y sacrificado en pro de la gloria final.
Entre las costumbres y virtudes que
remarca aparece el dar limosna para esperar en Dios, el hacer oración para
desear la gloria celestial y despreciar el mundo, el buscar el consuelo en
Dios, el amar a través de la voluntad, la confesión, la abstinencia… todas
ellas unidas con un mismo fin y buscando forjar el carácter y la voluntad del
caballero cristiano, de su propio hijo.
“Acostumbra a tu voluntad a amar; porque
así serás agradable a Dios.”
El planteamiento de Ramón Llull en este texto didáctico es muy claro: todas las acciones y trabajos de esta vida terrena, deben ser el prólogo de la gloria celestial y para ello, debe la persona, en este caso su hijo, no escatimar un solo esfuerzo en todo aquello que se presente.
Es la voluntad la que debe regir sus actos, acostumbrándola a amar. Los rige por que todo lo que advierte Llull debe hacerse con y por amor, no por un amor de este mundo si no por el amor más perfecto, el de dar sin esperar nada a cambio, el de esforzarse constantemente por una meta incierta y lejana.
Es la lucha racional por un fin sobrenatural; es el amor al Creador que debe manifestarse en todas las acciones y operaciones de un verdadero caballero.
Imagen 1 : The Accolade - Edmund Blair Leighton
Imagen 2 : Ramón Llull