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martes, 28 de mayo de 2013

El libro de la Orden de Caballería

¿Cuántas veces hemos visto películas o imágenes de galantes caballeros que acuden en rescate de su bella dama? ¿Cuántas veces hemos imaginado convertirnos en caballeros andantes los hombres y en bellas reinas las mujeres? Es curioso que de la Edad Media confluyen tópicos totalmente contrarios, idealizados por un lado y defenestrados por el otro, como muestra por ejemplo, el nombre de carácter peyorativo que recibe el periodo. 

Para subsanar este entuerto, hay que dirigirse a las fuentes principales de la historia medieval, a los documentos escritos de la época, a los hallazgos arqueológicos...las fuentes de autoridad que permiten elaborar una reconstrucción lo más objetiva posible. Lo contrario sería caer en aquellos novelistas que bajo capa de veracidad, se convierten en pseudohistoriadores, haciendo creer al vulgo en las ideas vertidas en sus novelas "históricas". Pero este tema no es el que trataremos ahora.

Ramón Llull, genio de las letras catalanas, nos acerca a la idea del caballero ideal: El libro de la Orden de CaballeríaEn el libro tercero, destinado a su hijo Ramón, expone una serie de virtudes y vicios que pretenden reflejar el ideal cristiano de caballero y su antítesis, empezando por la figura del príncipe o encargado del gobierno de un pueblo y continuando con detalles más concretos y extensos, con la del caballero, personalizada por su propio hijo.

Las advertencias y consejos que, ordenadamente escribe Ramón Llull, muestran las virtudes que debe ostentar un caballero cristiano y las consecuencias de que éstas no se cumplan, señalando la repercusión del vicio en el interior de la persona y en su entorno, más o menos amplio, dependiendo su posición en la sociedad.

Para contextualizar y hacer más comprensible si cabe esta enumeración, se sirve Llull de ejemplos y comparaciones racionales, dejando entrever desde el primer momento que la meta final que debe perseguir su hijo, además de convertirse en un caballero cristiano y alcanzar la excelencia en su cometido, no es una meta terrenal, si no que el destino final de su vida debe ser su salvación eterna.

“Humilla tu entendimiento pensando en la vileza de este mundo, para que la voluntad se acostumbre a desear sobre todo la posesión de la infinita bienaventuranza.”

Dios es el hilo conductor y todo está orientado a su mayor gloria. Es la motivación principal y el trasfondo en cada línea, todo constituye un medio o una herramienta para la consecución de la meta celestial.  Desde el trato que debe dispensar a su señor terrenal, hasta las costumbres que deben aquilatar su carácter, todo ello se encuentra ligado a la búsqueda del amor a Dios más exigente y sacrificado en pro de la gloria final.

Entre las costumbres y virtudes que remarca aparece el dar limosna para esperar en Dios, el hacer oración para desear la gloria celestial y despreciar el mundo, el buscar el consuelo en Dios, el amar a través de la voluntad, la confesión, la abstinencia… todas ellas unidas con un mismo fin y buscando forjar el carácter y la voluntad del caballero cristiano, de su propio hijo.

“Acostumbra a tu voluntad a amar; porque así serás agradable a Dios.”

Siendo su propio hijo, no le plantea, humanamente hablando, una vida exenta de sacrificio y penalidades; incluso le recomienda que ante un posible trato injusto de su señor, debe él seguir amándole puesto que, siendo señor, es también humano y puede errar en sus decisiones y gobierno. 

El planteamiento de Ramón Llull en este texto didáctico es muy claro: todas las acciones y trabajos de esta vida terrena, deben ser el prólogo de la gloria celestial y para ello, debe la persona, en este caso su hijo, no escatimar un solo esfuerzo en todo aquello que se presente. 

Es la voluntad la que debe regir sus actos, acostumbrándola a amar. Los rige por que todo lo que advierte Llull debe hacerse con y por amor, no por un amor de este mundo si no por el amor más perfecto, el de dar sin esperar nada a cambio, el de esforzarse constantemente por una meta incierta y lejana. 

Es la lucha racional por un fin sobrenatural; es el amor al Creador que debe manifestarse en todas las acciones y operaciones de un verdadero caballero.



Imagen 2 : Ramón Llull