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martes, 18 de junio de 2013

Coriolanus, una ingenua e ingeniosa locura

¿Seríamos capaces de imaginar una representación escénica de personajes de la Antigüedad Clásica en un contexto actualizado? ¿Resultaría posible encontrar una obra teatral de uno de los grandes genios de la literatura "peliculizada" y modernizada en cuanto a escenarios pero no en lo tocante a diálogos?

Eso es Coriolanus. Una adaptación al cine de una famosa obra de teatro de William Shakespeare, "Coriolano", aparecida en 1606 y llevada a la gran pantalla en 2011. Aunque no es la primera vez que se teje un experimento de estas características, es curioso el recorrido que este producto cinematográfico conserva en su base.

Basándose en una narración de Plutarco y Tito Livio, Shakespeare elaborará, muchos años después, una tragedia épica, que a su vez, será adaptada cinematográficamente, en su contenido pero no en su forma, por el actor protagonista y director, Ralph Fiennes.

En esta pieza teatral de cine, (que si buscamos en internet conoceremos el final y que a pesar de todo, no quiero desvelar) se narra la historia de Cayo Marcio Corolano, heroico general romano, que por su despotismo soberbio y las malas artes de sus enemigos, acaba siendo desterrado de Roma. Por la afrenta recibida, por el ultraje soportado de ser llamado traidor, se aliará con sus anteriores enemigos, los volscos, para marchar sobre su propia patria con idea de arrasarla y bañarla en sangre y fuego. Hasta aquí puedo escribir. Por muchos aspectos puede ser comentada esta obra, pero tres puntos son los que destaco para tener una idea aproximada.

1.Sensaciones contradictorias

Sorpresa, curiosidad, impaciencia, progresivo interés, satisfacción...conceptos que mientras la película seguía su curso, afloraban en mi entendimiento, que iba intentando normalizar la sensación de desconcierto por aquello que estaba viendo. Un desconcierto agradable, al encontrar un producto original y además, clásico en la modernidad. 

Resulta gracioso observar el canal de noticias llamado "Fidelis TV", o los propios nombres de soldados u oficiales en riguroso latín. Rocambolesco o extravagante, pero no de mal gusto.

2. Semejanzas y coincidencias

Mientras la soledad acompaña su triste e ignominioso exilio, me venían a la mente las tristes escenas del destierro del Cid, "Dios, qué buen vasallo si hubiese buen señor". Así marcha Coriolano, despojado de todo, afrentado y humillado, con un venablo en su interior porque su honor ha sido mancillado.

Aquel general que sangró por Roma, que fue terror de sus enemigos y bastón de sus amigos, se aleja apesadumbrado y dolorido, pensando en cómo vengar semejante afrenta.


3. Escenas memorables

Dos son las que selecciono, pero que no ubico para no desvelar el final. Una primera en la que su madre, de forma desgarradora se dirige al hijo, lanzando y razonando argumentaciones para conmover su corazón. Varios minutos de súplicas y amargas imprecaciones que buscan con desespero una respuesta filial.

Y una segunda en la que Coriolano se dirige al pueblo solicitando el voto para su investidura como cónsul. Extraordinaria puesta en escena y, a mi juicio, extraordinaria y convincente interpretación del protagonista.




En resumen, después de la sorpresa que me produjo su comienzo, debo reconocer que no me pesó el tiempo dedicado en esta ingenua e ingeniosa locura. No se trata de una típica película de acción. La recomiendo.

lunes, 22 de abril de 2013

¿Para qué demonios sirve la historia?

   En los estudios de Humanidades, uno de los ejes vertebradores de todas las materias que se tratan es el de la historia. Así pues, en la filosofía, en la literatura, en la geografía o en la propia historia, encontramos ese componente que nos permite ubicarnos en el contexto de la época, extrayendo y elaborando teorías e hipótesis que nos conducen a un conocimiento aproximado de los hechos que sucedieron antaño.

   Entendemos por historia todo aquello que se muestra tras la aparición de la escritura, con orígenes no del todo claros en cuanto al año exacto, pero que indican que siglos antes del nacimiento de Cristo, se recogían las andanzas de aquellos hombres, que, progresivamente iban llenando páginas y páginas en cualquier rincón del mundo. Unos, constituyen figuras destacadísimas en la actualidad; otros, pasaron absolutamente desapercibidos, hasta el punto de que sería imposible demostrar su existencia.

  Hasta aquí la introducción teórica, a la que pondremos el aliño correspondiente en palabras de Marco Tulio Cicerón, el cual sentenciaba "Historia est magistra vitae", o lo que es lo mismo, la historia es maestra de la vida, es decir; la historia debe ser reflejo, para las generaciones venideras de cómo obrar ante las distintas situaciones en las que un individuo o una comunidad de individuos (un país, una asociación ciudadana, un grupo político...) puedan encontrarse o verse envueltos. Pero a veces nos olvidamos de poner en consideración, que si la historia muestra posibles soluciones sobre cómo actuar, directamente muestra cómo no se debe actuar.

 Ejemplos tendremos cientos, miles, millones...Pero no utilizamos la historia más que para su estudio, y, por qué no decirlo, para su manipulación según el color de cada historiador. ¿Cómo es posible que según el partido que ostente el poder, el primer asidero que utilicen sea el ministerio de Educación y cambien, invalidando todo lo anterior, todo lo establecido? ¿Cómo es posible que se cambien los nombres de las calles y plazas en cada legislatura? ¿Dónde queda la historia de cada país, de cada región, de cada territorio, si los vestigios se eliminan?

   E.E.U.U. supone una gran diana, en la que muchos quieren disparar por su presunta prepotencia, pero son un claro ejemplo a seguir en muchísimos aspectos. Habiendo podido estar en un intervalo de pocos meses entre Roma y Nueva York, he podido comprobar por mí mismo, cómo se trata la historia en estas dos ciudades. 

   Nueva York, lo poco que tiene de historia, por su juventud en el tiempo, lo muestra orgullosa y convencida, ofreciendo un espectáculo ensordecedor de luz y tecnología. Roma, siendo la cuna de la civilización, del Derecho, de la Literatura, de la propia Historia, es una ciudad bonita, preciosa, maravillosa, magnífica pero descuidada y apagada. Nueva York grita, deslumbra, y llama con voz potente a repetir visitas. Roma permanece.

   Vale, es cierto, Roma es impresionante. No digo lo contrario. Únicamente me refiero al tratamiento que de la historia se hace. Jamás en los Estados Unidos encontraremos un americano desentendido de su país, y eso que son una cincuentena de estados independientes. En Roma, y que me perdonen los romanos por mi apreciación, al igual que sucede en muchos lugares de Occidente, en una ciudad que no necesita libros, por que los monumentos y las propias calles son las páginas de un gran atlas de piedra, pintura, oro y mármol, no cuidamos la historia.

   La historia es la maestra de la vida. De cada vida, de nuestra propia vida. Aprendamos de nuestros errores en las páginas amarillas y con olor antiguo de los viejos libros, o en los espacios virtuales que ofrecen recursos históricos de todo tipo. Aprendamos historia y hagámosla útil cada día.