Lo más leído

Mostrando entradas con la etiqueta humanidades. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta humanidades. Mostrar todas las entradas

lunes, 22 de abril de 2013

¿Para qué demonios sirve la historia?

   En los estudios de Humanidades, uno de los ejes vertebradores de todas las materias que se tratan es el de la historia. Así pues, en la filosofía, en la literatura, en la geografía o en la propia historia, encontramos ese componente que nos permite ubicarnos en el contexto de la época, extrayendo y elaborando teorías e hipótesis que nos conducen a un conocimiento aproximado de los hechos que sucedieron antaño.

   Entendemos por historia todo aquello que se muestra tras la aparición de la escritura, con orígenes no del todo claros en cuanto al año exacto, pero que indican que siglos antes del nacimiento de Cristo, se recogían las andanzas de aquellos hombres, que, progresivamente iban llenando páginas y páginas en cualquier rincón del mundo. Unos, constituyen figuras destacadísimas en la actualidad; otros, pasaron absolutamente desapercibidos, hasta el punto de que sería imposible demostrar su existencia.

  Hasta aquí la introducción teórica, a la que pondremos el aliño correspondiente en palabras de Marco Tulio Cicerón, el cual sentenciaba "Historia est magistra vitae", o lo que es lo mismo, la historia es maestra de la vida, es decir; la historia debe ser reflejo, para las generaciones venideras de cómo obrar ante las distintas situaciones en las que un individuo o una comunidad de individuos (un país, una asociación ciudadana, un grupo político...) puedan encontrarse o verse envueltos. Pero a veces nos olvidamos de poner en consideración, que si la historia muestra posibles soluciones sobre cómo actuar, directamente muestra cómo no se debe actuar.

 Ejemplos tendremos cientos, miles, millones...Pero no utilizamos la historia más que para su estudio, y, por qué no decirlo, para su manipulación según el color de cada historiador. ¿Cómo es posible que según el partido que ostente el poder, el primer asidero que utilicen sea el ministerio de Educación y cambien, invalidando todo lo anterior, todo lo establecido? ¿Cómo es posible que se cambien los nombres de las calles y plazas en cada legislatura? ¿Dónde queda la historia de cada país, de cada región, de cada territorio, si los vestigios se eliminan?

   E.E.U.U. supone una gran diana, en la que muchos quieren disparar por su presunta prepotencia, pero son un claro ejemplo a seguir en muchísimos aspectos. Habiendo podido estar en un intervalo de pocos meses entre Roma y Nueva York, he podido comprobar por mí mismo, cómo se trata la historia en estas dos ciudades. 

   Nueva York, lo poco que tiene de historia, por su juventud en el tiempo, lo muestra orgullosa y convencida, ofreciendo un espectáculo ensordecedor de luz y tecnología. Roma, siendo la cuna de la civilización, del Derecho, de la Literatura, de la propia Historia, es una ciudad bonita, preciosa, maravillosa, magnífica pero descuidada y apagada. Nueva York grita, deslumbra, y llama con voz potente a repetir visitas. Roma permanece.

   Vale, es cierto, Roma es impresionante. No digo lo contrario. Únicamente me refiero al tratamiento que de la historia se hace. Jamás en los Estados Unidos encontraremos un americano desentendido de su país, y eso que son una cincuentena de estados independientes. En Roma, y que me perdonen los romanos por mi apreciación, al igual que sucede en muchos lugares de Occidente, en una ciudad que no necesita libros, por que los monumentos y las propias calles son las páginas de un gran atlas de piedra, pintura, oro y mármol, no cuidamos la historia.

   La historia es la maestra de la vida. De cada vida, de nuestra propia vida. Aprendamos de nuestros errores en las páginas amarillas y con olor antiguo de los viejos libros, o en los espacios virtuales que ofrecen recursos históricos de todo tipo. Aprendamos historia y hagámosla útil cada día.



domingo, 10 de febrero de 2013

¿Qué son las Humanidades?

Si buscamos en el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, vemos que la palabra "humanidades", procede del latín "humanitas", en singular, "humanitatis", el plural, siendo su sinónimo "las letras humanas". Por otra parte, en el Diccionari d l'Institut d'Estudis Catalans se dice que "es el conjunto de estudios relacionados con las letras y con las actividades que hacen referencia a los valores humanos".

Wikipedia aporta también algo de luz al asunto, ya que en ocasiones el término puede resultar tan amplio, que sea ciertamente complejo acotar su significación.

Las disciplinas que la enciclopedia digital adhiere al término son la filosofía, la filología con sus diversas ramificaciones, la historia, la geografía, el derecho, la economía, la ciencia política...Es decir, se realiza la clásica separación entre ciencias y letras, que desde antaño, encontrábamos en los cursos superiores de cada centro escolar, con ciertos matices.

Si todas las actividades humanas, sin excepción, requieren del pensamiento y la reflexión, las humanidades lo ostentan como base de su funcionamiento en grado superlativo.

Este proceso intelectual, este desarrollo del pensamiento y la reflexión, requiere del silencio exterior, pero del interior sobre todo. Al igual que "El pensador" de Auguste Rodin, no se trata de pensar ensimismados, si no, como parece mostrar la escultura, pensar para actuar, reflexionar sobre los hechos, las causas y las consecuencias.


En estos días en los que el silencio brilla por su ausencia, porque el diseño social así lo dispone, se somete al individuo a un taladrado sensitivo: música en el tren y autobús, ruido en las calles, emisoras y canales de televisión emitiendo veinticuatro horas al día, publicidad agresiva... nunca han sido tan necesarias las humanidades.